Capítulo 2 – Comprendiendo al personal
Todos los nombres y situaciones que aparecen en este post son ficticios. Todos los derechos reservados
En julio y agosto nos repartíamos el trabajo entre los cuatro socios, de forma que siempre hubiese uno para cubrir las posibles incidencias que pudiesen tener los clientes presentes, y atender a los futuros. Esta semana me tocaba a mí, y estaba resultando tranquila. Por eso, cuando sonó el teléfono casi me asusté.
– Diseño e Innovación, buenos días.
El nombre lo habíamos elegido entre los cuatro, una noche de borrachera. Con la misma, lo habíamos registrado desde la blackberry, contratado el dominio, etc. Cuando nos dimos cuenta, a los dos días, de la tontería que habíamos hecho, a alguno de nosotros le dió cosa cambiarlo. Decía que, si había salido así, era porque el destino quería que así fuese, y nos daría suerte: así que se quedó en Diseñínn. La madre que nos parió.
– Holaaaa, soy Carmeeen, de Córdoba. ¿Qué le pasa a esto?
Vaya por dios, ya empezamos. Como buen analista, empiezo a diseccionar el problema en tareas menores: Holaaa. Bien, es una persona educada. Soy Carmen. Mmmmm, no me suena ninguna clienta Carmen. De Córdoba. ¿Es la única empresa de Córdoba? No. ¿Qué le pasa a esto? ¿Sabemos la definición de esto? Tampoco. Necesito más datos. Y paciencia.
– A ver, Carmen de Córdoba, ¿de dónde me llamas?
– De aquí. Silencio. De aquí de Córdoba. Silencio. Ay, sí, hijo, perdona, de Correduría de Seguros Corsegur.
– Bueno, no sé, lo que tengo es una cosa en el escritorio que me salen los partes de siniestros. Es que soy nueva, ¿sabes? Es que no me funciona nada.Vaya, va a ser peor de lo que esperaba. Todos los veranos, las empresas contratan a gente baratita, sin experiencia, para sustituir a los empleados de siempre durante sus vacaciones. Y para ahorrar, los nuevos entran a trabajar un día antes de que se vayan los viejos, para que de tiempo suficiente a formarlos en las labores que deben realizar: «Si tienes algún problema, llama a Diseñínn». Fin del curso de formación. En este momento, tras la voz repetitiva de Carmen (¿qué puede pasar?, dime, dime) empiezo a escuchar pitidos a lo lejos. No es que sea esquizofrénico, es que están llamando por las cuatro líneas. Toda la puta semana sin recibir una llamada, y se ponen de acuerdo para hacerlo ahora. Empiezo a mosquearme.
– Carmen, necesito que concretes un poco. ¿qué estabas haciendo cuando te dió el error? ¿Que error te da?
– Pues yo estaba aquí con el ordenador, y de repente no me funciona nada. Yo no he tocado nada, ¿eh?
Pues te podrías estar tocando los bajos, y dejarme tranquilo, pienso. En su lugar, digo:
– Mmmm, ¿qué tienes en la pantalla?
– Nada. ¿Tú no lo ves desde ahí?
Me lo va a poner difícil. No, Carmen, no lo veo desde aquí. Si pudiera ver lo que tu ves, lo haría en la ducha, no en tu despacho, pienso para relajarme. Recurro al protocolo PCD (1):
– ¿Está todo negro, o todo blanco?
– Ni lo uno ni lo otro. Están los dibujitos de siempre de windows.
– Bien Carmen, ¿y dónde te da el error? ¿Haciendo qué?
– Nada. Yo entro en nuestra página, y se sale sin hacer nada.
– Espera un segundo, Carmen, no cuelgues.
Pongo el teléfono en mute, doy un sorbo de agua, y miro al techo. Estiro el cuello: derecha, izquierda, adelante, atrás. Ahora, los hombros: primero, uno. Luego, el otro. Seguidamente, cierro los ojos y pienso: soy un junco hueco que se mece con el viento, soy un junco hueco que se mece con el viento. Bien. Ya estoy preparado. Vuelvo a activar el micrófono del teléfono.
– Carmen, cierra todas las ventanas del navegador -rectifico- cierra el internet. ¿ya?
– Si.
– Bien. Tienes en el escritorio el logo de la empresa ¿no? Pincha sobre él dos veces. ¿Ya?
– Sí.
– Se ha abierto la página de partes de siniestro ¿no? En medio tienes dos cuadritos blancos para que introduzcas el usuario y contraseña ¿verdad? Hazlo, y pica con el ratón en Aceptar.
– Es que yo no lo hago así. Verás, yo pongo mi nombre, Carmen, en contraseña pongo la que pongo siempre en internet, 121277, que es cuando nació mi novio, y luego le doy a la cruz rojita que hay arriba para cerrarlo. Pero no me sale hace nada, se cierra.
Bueno, ha sido fácil, pensé que me iba a tirar toda la mañana. Mientras intento aguantar la risa, busco en la base de datos un usuario y contraseña para Carmen.
– A ver, Carmen, en usuario tienes que poner ‘cosere’, en minúsculas, en contraseña pones el número de fax, y luego p-i-n-c-h-a-s-e-n-a-c-e-p-t-a-r -digo, muy lentamente, para que le de tiempo a memorizarlo. Sigo a la misma velocidad- ¿F-u-n-c-i-o-n-a-a-h-o-r-a? -Me arrepiento de hablarle así, la culpa no es suya. Es del que la ha contratado sin enseñarle el trabajo que debe hacer. Luego, querrán que rinda.
– ¿Ya está? Huy, qué fácil, si podría haberlo hecho yo. Mira tú que, por esta tontería, llevamos un rato sin hacer nada. Pues nada, gracias.
– De nada, adiós.
Dos pensamientos se cruzan en mi cabeza; Uno: ¿Será una de las llamadas que he perdido la de la estupenda? (Estupenda es el nombre en clave que le hemos puesto a la de la tienda de ropa), y Dos: ¿Esta tía le da su contraseña ‘para todo internet’ a cualquiera por teléfono? Luego pasan las cosas que pasan.
— Continuará —
(1) Protocolo PCD: Protocolo Para Casos Difíciles
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