Deseo del deseo
En los cuentos, el hada le dice a la niña que si desea algo con todas sus fuerzas, esto se hará realidad. La niña cierra los ojos y, al abrirlos, sus deseos se han cumplido. Por eso son cuentos.
Al hacerte mayor (más viejo, que dirían algunos), te das cuenta de que, para que tus deseos se cumplan, hay que luchar, y duro, y no siempre obtenemos la recompensa que esperamos. Sin embargo, a veces estos deseos se cumplen en un abrir y cerrar de ojos, cuando menos te lo esperas, como caídos del cielo. Esos casos me dejan en una situación extraña, raro, y pienso en si he merecido esta dádiva divina, o algún dios despistado ha errado su regalo.
Otras veces, lo importante no es cumplir o no tus deseos, sino las acciones que rodean a su realización. Lo importante no es la batalla, sino las escaramuzas previas y/o el intercambio de prisioneros. En esos casos, no me importa ganar o perder, sino haber estado allí, y formar parte de esa historia.
Por último, hay veces que deseas tanto algo que no sabes si debes conseguir que, si ese deseo se cumple, te quedas con cara de «¿he sido yo?» y necesitas un par de días para alejarte de la escena y cambiar el rol de actor por el de espectador para terminar de creértelo.
Hay veces que los deseos son uno y trino. Y para alejarme un poco, voy a tocar «The Price», de Twisted Sister.
Gracias por su atención.